Luciérnagas amigas

La Señora Meier y el mirlo


Hoy nos embarcamos en la cotidianidad de dos personajes singulares y contrapuestos.

    La Señora Meier es una mujer siempre preocupada por todo: por los botones de su abrigo, por el pastel sin suficientes pasas, por los pelos de la cabeza del señor Meier. La señora Meier no conseguía disfrutar ni de un momento de tranquilidad y ligereza porque de pronto le salían preocupaciones: se ponía a pensar por ejemplo en la posibilidad de que un autobús con noventa excursionistas parara delante de su casa, y entonces... ¿Habría pastel para todos?


El señor Meier por el contrario es un hombre muy tranquilo, que dedica su tiempo a raras y creativas ocupaciones y cada vez que ve a su esposa con cara preocupada, lo soluciona ofreciéndole un té de menta y a toda iniciativa de la señora, responde con un “¡Cómo tú quieras!”




    Un día, observando las calabazas en flor, ella ve un pequeño mirlo que le hace olvidar todo lo demás: sol, frío, botones, pasteles, aviones, oscuridad y flores de calabaza. ¡Ahora sí tenía motivos para preocuparse! Decide criarlo y llamarlo Pichón y, como todos los pájaros, llega un momento en que tienen que aprender a volar y, ¿cómo hacerlo si no es imitando su madre? Fue así que la señora Meier se subió a un árbol y colocó al pequeño mirlo en la rama de un árbol para que se preparara al gran paso. De repente una rara sensación la invadió, ¡¡ella misma estaba volando!! Pichón la imitó sacudiendo las pequeñas alas.





 La señora Meier comprendió lo fácil y lo maravilloso que era desprender el vuelo junto a alguien que se quiere. A la vuelta a casa ya era otra. Con una sonrisa en la cara y sin la más mínima sombra de preocupación cantó a su esposo, le propuso un paseo y se puso a pensar qué le gustaría preparar para el almuerzo.



Con este toque de ligereza termina esta historia cargada de ternura que nos enseña como la vida se vuelve de otra manera cuando tenemos alguien al que cuidar, al que dar cariño y al cual poder enseñar las pequeñas cosas de todos los días. Como estos seres, que sean animales o que sean personas, nos enriquecen la vida alejándonos de la soledad a la que estamos demasiadas veces confinadas, haciéndonos olvidar las pequeñas preocupaciones del día a día y recordándonos qué es lo verdaderamente importante. El autor no podía encontrar otra metáfora que el vuelo para representar este gran cambio en la vida de una persona.


Contribuyen a la magia de este libro las ilustraciones del gran Wolf Erlbruch que junto al trabajo de la editorial El Zorro Rojo consiguen sacar productos de gran valor y calidad. Recordamos que Wolf Erlbruch es un autor reconocido a nivel mundial, ganador del Premio Hans-Chistian Andersen, máximo reconocimiento internacional de Literatura Infantil y Juvenil, y que también obtuvo el Premio Extraordinario Alemán de Literatura Infantil y Juvenil por la totalidad de su obra.

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